Primeras Culturas

 

Las primeras culturas de la Edad de la Piedra: el lítico inferior

    Aunque se han hecho duras críticas, a menudo justificadas, a muchas de las propuestas que abogaban por una antigüedad del hombre en el Nuevo Mundo superior a los 10000 años a. C., existen pruebas convincentes en favor de la llegada del hombre mucho antes de esa fecha. El período lítico inferior de Rouse se caracteriza por la manufactura de lascas irregulares, desbastadas sólo en las puntas. Pudo haber empezado hace más de 20 000 años. No deja de ser sorprendente que las mejo­res muestras del lítico inferior no provienen de Alaska, donde no existen, ni de Canadá ni de Estados Unidos, sino de Centroamérica y Sudamérica.

    Hay que proceder con extrema cautela en el manejo de las supuestas reliquias de esa era antiquísima. Pese a lo cual, hay algunos asentamientos del lítico inferior, ca­paces de resistir las acusaciones de los escépticos. La cuenca de Old Crow, que forma parte del territorio septentrional de Yukon, en Canadá, se halla en el extremo oriental de Beringia, que en palabras del doctor William Irving era «el continente pleistocénico que comprendía los territorios más occidentales y no helados del norte de Norteamérica y de Siberia oriental». Quedaba al norte de los hielos que separaban dichas tierras del área más rica del Sur, la cual presumiblemente fue inalcanza­ble, al menos en los tiempos últimos de la glaciación Wisconsin. El conjunto de Old Crow consiste, según lo definieron sus descubridores, principalmente en huesos rotos y trabajados de mamíferos del Pleistoceno, más que en instrumentos de piedra. Las fechas de 29100, 27000 y 25750 años, se han obtenido de un hueso con carne de caribú y de dos huesos trabajados de mamut procedentes de la cuenca; estos dos últimos trabajados, según parece, cuando el hueso todavía estaba fresco.

    Old Crow no presenta una verdadera estratigrafía, pero sí Meadowcroft Rockschelter, un asentamiento complejo a 48 km al suroeste de Pittsburg, Pennsylvania, a orillas del Ohio. Meadowcroft está junto a un pe­queño afluente del Ohio, en lo que fue una parte de la meseta Apalache no cubierta de hielos. Y presenta lo que sus excavadores, el doctor James Adovasio y sus colaboradores, califican atinadamente como «el mejor argu­mento para fechar la ocupación del hemisferio con ante­rioridad a la cultura Clovis». El estrato I, el más bajo en el refugio roquero, no contiene artefactos de piedra; pero en una concentración de carbón (resultado sin duda de la actividad humana) y en un fragmento carbonizado de un material tallado a modo de corteza se han ob­tenido dos fechas, gracias al carbono 14, que superan los 17000 años. Encima mismo está el sustrato inferior IIa con carbones de hogares en el tercio inferior del asenta­miento, a los que se atribuye una antigüedad de 10.850-14.225 años (8.900-12.275 a. C.). Los artefactos, todos de piedra, consisten en «cuchillos» de punta romboidal, hojas de una o dos caras trabajadas, grabadores y micro-grabadores, objetos denticulados y raspadores menudos, así como una punta en forma de lanza bifacial. En los ya­cimientos del principio de Meadowcroft no ha habido res­tos de fauna extinguida, lo cual ha proporcionado ar­gumentos a la crítica; pero el asentamiento parece un excelente candidato a la clasificación en el lítico inferior.

    Meadowcroft no es el único asentamiento que haya proporcionado datos sobre el lítico inferior en Angloamérica. La cueva de Wilson Butte, en el centro meri­dional de Idaho, ha proporcionado con el carbono 14 dos fechas de 14500 y 15000 años, con huesos y tres artefactos de piedra del tipo lítico inferior. Más convin­centes resultan los datos de la cueva Levi, en Texas, ex­cavada en 1959-1960 y en 1974 por el doctor Herbert Alexander.

    También en lo que ahora es Latinoamérica se han descubierto restos muy tempranos de la cultura pre-Clovis. En el estado mexicano de Puebla, a unos 125 km al este-sureste de Ciudad de México, la doctora Cynthia Irwin-Williams localizó y excavo varios campamentos provisionales de cazadores primitivos, en el extremo del pantano creado por la presa de Valsequillo. Presentan dos ocupaciones perfectamente estratificadas, cada una con amplia gama de mamíferos extinguidos, que fueron conducidos allí como a un matadero local: mamuts, mastodontes, caballos, antílopes, lobos y otras especies menores. Rouse observa que el conjunto de artefactos sólo presenta fragmentos de objetos tallados sólo en los extremos; dos de ellos son puntas lanzaderas unifaciales. El inventario de objetos en su conjunto recuerda el de otros asentamientos del lítico inferior americano.

    En Sudamérica propiamente dicha, bis excavaciones del doctor Richard S. MacNeish en la cueva de Pikimachay, en la cuenca de Ayacucho, en el altiplano de Perú, han sacado a la luz unos datos desconcertantes, aunque aun controvertidos, sobre el lítico inferior. Del estrato más profundo, atribuido por MacNeish al período Paccaisasa, proceden algunas láminas anchas y retocadas y huesos de animales extinguidos, entre los que figuran pe­rezosos y caballos o camellos. Las fechas obtenidas por el carbono 14 van de los 14700 a los 20000 años.

    Monte Verde, en el centro de Chile meridional, es otro asentamiento sudamericano que probablemente pertenece al lítico inferior. Con fechas establecidas por el carbono 14 entre los 3500 y los 12500 años, se trata de una aldea antiquísima (la más vieja de cuantas se han encontrado en el Nuevo Mundo). Se han descubierto hileras de casas de madera, otras estructuras asimismo de madera, instrumentos de madera y de piedra, restos de plantas y huesos de mastodontes. Constituye un asentamiento único.

    Resumiendo: nadie sabe cuándo llegaron a las Améri­cas los antepasados de los indios. Nuestros conocimientos actuales sugieren que pudo ocurrir hace más de 20000 años. La lengua de tierra de Bering probablemente de­sempeñó un papel importante; pero si los primeros inmigrantes y exploradores asiáticos disponían de embarcacio­nes, bien pudieron haber colonizado la costa del Pacífico al sur de las capas de hielo de la Cordillera. Los orígenes de las culturas de la Edad de la Piedra del lítico medio, como las de Clovis y Folsom, bien establecidas, tienen sus raíces en el lítico inferior, todavía poco conocido.

 

Las tradiciones más importantes del lítico medio

    Después del 10000 a. C., al sur de la capa de hielos laurentina, las industrias del lítico inferior empezaron a ser sustituidas por otras del lítico medio, que se caracteriza­ban por las puntas lanzaderas de dos caras. El profesor Rouse cree que tales artefactos pudieron haber evolucio­nado a partir de las puntas unifaciales y más sencillas, como las que se han encontrado en las localidades de Ayacucho y Valsequillo; pero es probable que el proceso se desarrollase de manera independiente en otras regio­nes del Nuevo Mundo. A diferencia de lo que ocurre con el lítico inferior, la validez de las primeras fechas de los asentamientos del lítico medio es incuestionable.

 

El mundo arqueológico seguía sin convencerse de la antigüedad del hombre en el Nuevo Mundo hasta el hallazgo de una punta acanalada (que aquí aparece) y otros artefactos asociados al esqueleto de un bisonte de larga cornamenta, ya extinguido. El hallazgo salió a la luz en 1926, en unas excavaciones cercanas a Folsom, Nuevo México.

 

    Antes de 1926, todas las pretensiones de restos ameri­canos antiguos, de huellas de los primitivos indios ameri­canos que hubieran vivido a finales de la Edad de los Hielos y cazado animales ahora desaparecidos, eran pre­tensiones que se recibían con un escepticismo bien fundado. Pero en el verano de ese año, un grupo de científi­cos del Museo de Historia Natural de Denver hizo un descubrimiento notable cerca de Folsom, Nuevo México, en el que los instrumentos de piedra aparecían definitiva­mente asociados con los huesos de una especie de bisonte ya desaparecida (Bison antiquus): alojada entre las costillas de un animal apareció una punta fina de lanza, pulimentada por las dos caras y que había sido terminada arrancando una lámina de la base y dejando en cada una de las superficies una especie de acanaladura. La investi­gación acerca de los primeros americanos cobró así un nuevo prestigio; pero hasta la adopción del carbono 14 como sistema de datación no hubo verdadera posibilidad de fechar los asentamientos de la cultura Folsom.

    Pronto resultó evidente que en el oeste de Estados Unidos había habido culturas de cazadores más antiguas que la de Folsom, asociadas con otro tipo de puntas arrojadizas llamado Clovis, que eran el prototipo de la cul­tura Folsom. Las puntas Clovis tienden a ser más anchas que las de Folsom y generalmente tienen más de una ca­naladura por cada cara. La parte final era la más larga, y dejaba un canal que sólo cubre un tercio o la mitad de la longitud total de la punta. La acanaladura, que carece de precedentes en la industria de la piedra del Nuevo Mundo, representaba un proceso tecnológico muy avan­zado, y debió de tener alguna función. Se ha sugerido que así era más fácil y más segura. En favor de esta inter­pretación está el hecho de que los bordes del filo de la punta están generalmente hundidos a lo largo de la aca­naladura, como para proteger de la abrasión las ataduras.

    Clovis es una de las culturas paleoindias mejor datadas y de mayor difusión. Empezó poco después del 10000 a. C. y se prolongó casi hasta 9200. Clovis fue la cultura de pequeñas bandas de cazadores y recolectores (aunque sa­bemos muy poco de la recolección), cuyo principal objetivo eran las grandes manadas de mamuts lanudos e im­periales que vagaban por las llanuras del oeste antes de terminarse el Pleistoceno. La mayor parte de los asenta­mientos «clásicos»» Clovis del oeste eran estaciones de de­güello y matanza. En el asentamiento de Lehner Ranch, del sur de Arizona, por ejemplo, Emil Haury sacó a la luz los restos de nueve mamuts, junto con huesos de caba­llos, Bison antiquus y tapires. Durante la cacería, los ca­zadores de Clovis perdieron 13 de sus puntas (una de cristal de roca) y 8 instrumentos de descuartizamiento entre las carcasas de sus víctimas. Según parece, los ani­males fueron atacados mientras abrevaban en un arroyo.

    El «asentamiento típico» de la cultura Clovis es Blackwater Draw, cerca de Clovis, Nuevo México. Allí los res­tos Clovis aparecieron estratificados por debajo de los artefactos Folsom, que a su vez estaban cubiertos por materiales de finales de la cultura paleoindia llamado Plano. Durante el Pleistoceno esta región, que ahora es relativamente árida, estaba cubierta de lagos y pantanos. Blackwater Draw era por entonces un extenso lago ro­deado de vegetación, que atraía a una amplia gama de animales, como camellos, caballos y bisontes, que eran empujados hacia las orillas pantanosas y cazados.

    La cultura Clovis occidental tuvo un desarrollo similar, y probablemente coetáneo, al resto de Norteamérica, donde se han encontrado numerosos campamentos de afiliación Clovis en sus rasgos generales; probablemente las puntas Clovis y de formas parecidas son más comunes en el Este que en el Oeste. El asentamiento del período Clovis más al Nordeste es Debert, en el centro del Nueva Escocia, en Canadá, un campamento de cazadores y re­colectores que estuvo ocupado cuando los hielos estaban a menos de 100 km por el Norte. Aunque no quedan res­tos de fauna, se cree que la población Debert cazaba caribúes o renos y otros animales de la tundra, en una región ahora densamente cubierta de bosques. El carbono 14 ha fijado la fecha de Debert hacia el 8600 a. C., mientras que para Bull Brook, un lugar parecido en Massachussets, da el año 7000, lo cual sugiere que algunos asenta­mientos Clovis del Este son más recientes que otros del Oeste y con una cultura derivada de la de éstos. Aunque la mayor parte de los observadores piensa que fueron más o menos contemporáneos, y que pudieron mante­nerse en una época en que la cultura Folsom ya había su­cedido a la Clovis en las llanuras occidentales.

    En efecto, la tradición de la punta acanalada Clovis se halla en una extensa zona del Nuevo Mundo, aunque la mayor parte de los hallazgos Clovis proceden de la super­ficie más que de asentamientos estratificados. Algunas puntas de forma parecida se han encontrado en Alaska (tal tradición quizá llego allí por la vía del corredor de Mackenzie, cuando éste se abrió entre las capas de hielos de la Cordillera y de Laurentia), y puntas acanaladas se co­nocen en localizaciones dispersas de México, Guatemala y más al Sur, en Turrialba y la provincia de Guanacaste, en Costa Rica, así como en el lago Madden de Panamá.

A medida que descendemos de América del Norte hacia Sudamérica, la tradición de la punta acanalada se mezcla con la tradición de puntas de cola de pescado, puntas arrojadizas con esa forma y bases acanaladas.

    Los cazadores Clovis de mamuts fueron los dueños indiscutibles del oeste de Estados Unidos desde Mon­tana hasta la frontera de México a lo largo de un mile­nio. Fue entonces, hacia el año 9000, cuando las puntas Clovis dieron paso a las formas acanaladas, menores y más finas, del tipo Folsom. Ello coincidió con la casi si­multánea extinción de los grandes elefantes y su sustitución por los bisontes menores (Bison antiquus) como pieza preferida de las bandas cazadoras. No es seguro que ambos acontecimientos estuvieran relacionados, pero sí resulta probable.

    El asentamiento Folsom mejor estudiado es Lindenmeier, cerca de Fort Collins, Colorado. A finales de la época Wisconsin el asentamiento estuvo en las orillas pantanosas de un lago, con un campamento base y una especie de matadero en las proximidades; por el car­bono 14 se fecha hacia el 8800 a. C. Los elefantes de­bieron de sobrevivir por algún tiempo, aunque en nú­mero reducido, pues sólo quedan algunos restos de mamuts. Por otra parte, existen pruebas abundantes de la matanza y descuartizamiento de numerosos bisontes.